Entre la voz, la música, la palabra y la muerte (por Carmen García Guadilla)

la fotoEl vacío, la ausencia de forma, eso es la muerte. El ser humano sabe que va a morir y, sin embargo, no lo cree.  Se reflexiona sobre ella por proximidad cuando desaparece alguien cercano. La experiencia tangencial de personas allegadas es lo que nos toca más de cerca nos dice Vladimir Jankélévitch, filósofo que también dejó reflexiones importantes sobre la música, en las cuales se detuvo Valentina Marulanda (colombiana y venezolana), quién acaba de dejarnos.

Algunos de sus seguidores y amigos tuvimos la oportunidad de ser influidos por su gran sensibilidad y conocimiento de la ópera, en las conferencias cuidadosamente documentadas que nos regaló amorosamente hace menos de tres meses en la Universidad Central de Venezuela. Valentina nos mostró la relación, a veces conflictiva, entre la música y la palabra, y su visión de que “sin el tiempo y sin el silencio, tan abstractos como inasibles, no hay arte musical”.  Allí la vimos entera y preciosa, con su bagaje de saberes arropados por una humildad inusual, y con la elegancia de quienes van por  la vida regalando flores y forjando afectos.

Nos hacemos eco en Venezuela, de lo que se dijo de ella desde Colombia: “Los dioses del Olimpo sabrán darle amparo, con luces de bengala, en camino a una nueva dimensión, en el misterio de la Música”. (Carlos-Enrique Ruiz)