Homenaje a Michaelle Ascencio (por Gregorio Castro)

148 Michaelle, ya no tienes que buscar el amparo de la palabra para guarecerte. El silencio de los dioses te protege. Como una Diosa del Caribe cruzas ahora hacia el Olimpo que inventaste. Allá en Bobures bajo un sol naranja al Sur del Lago, te hacen una fiesta. Aquí en Caracas los yerbateros de la avenida Baralt, los brujos de Antímano y la Vega, La Pastora y Altagracia, San Juan y el Paraíso, te ensalman a ras de la vida en lo amargo y dulzón de tu tránsito y tu búsqueda. Y entonces, tu risa irremediable todo lo invade en la sonoridad de una voz certera que no sacrifica la irreverencia cuando sientes que es un principio barrer las lisonjas. Emprendes las rutas que el teclado te sugiere y alzas el vuelo a tu mundo de ficciones, a destajo de las pasiones vividas en el simulacro enclaustrado y conventual de las monjas de la Caracas guzmancista, y escribes una novela histórica de primer orden. Hurgas en la religiosidad popular y metes la riqueza de lo vivido como creencia y práctica por las capas sociales postergadas, y las de más arriba que también reciben sus ramalazos de verónica y fregosa antes del manicure, porque de que vuelan vuelan.

Entendiste el sentido del dialogo que siempre será al menos entre dos y gozaste las bondades del chisme fuente inagotable de saberes en la égida del secreto y el rumor. Metiste a tus amigos en el imperio de tus palabras. Conversadora inagotable y crítica implacable, compartías la mesa y el vino y los platos con la fruición casi infantil de una tarde de domingo. Reíste y cantaste y bailaste con la prestancia y destreza del presente moderno en los oropeles del pasado, adornada con turquesas, y peonías y sonoras pulseras ancestrales. Bailas para Melisa donde tu brillarás para siempre en sus pupilas. Bailaste y vocalizaste para nosotros tus amigos, que ahora y antes levantamos contigo las copas por la vida. Jugaste al carnaval y venciste al mejor difraz sólo con el maquillaje y la astucia actoral de tu histrionismo.

Desde ayer tu tropel de amigos te pronuncian en tono mayor en el doquier incesante de todos los mensajes porque se ha detenido el pulso de una mujer libre, amiga entrañable en esto del vivir y sus misterios. Dueña de las fiestas, propietaria y soberana del humor, mi eterna colega pigmentaria, arquitecta de la alegría social que solapa los ojos de la espera en el desperdicio clandestino del insonmio y el dolor.

Tu sabes Michaelle para qué sirven las palabras y los silencios cuando crecen las sombras y asoma la protesta la dignidad de sus banderas. Tu sabes Michaelle el himno del alma mater con “un canto infinito de paz” buscando abrirse un destino mientras suenan las pistolas y fusiles del poder en el patio de las casas y las bombas estallan en la cara de la vida para hacer sucumbir la belleza cuando la mentira socava la sonrisa de los niños rojos de pavor. Tu sabes Michaelle de la barbarie que plagó de miseria y de sangre las calles y campos de Haití donde abriste por primera vez los ojos al mundo. Tu sabes Michaelle que me cuesta escribirte aquí y ahora cuando la ultima crisálida tiembla en el aire gaseado que el poder expele. Tu sabes ahora más que antes que estamos programados para la finitud así contemos con la ventaja de vivir. Por eso mi querida amiga termino leyendo algunos versos que te escribí hace dos años:

“ Deja ver algo desde afuera antes que las puertas se cierren

Y las palabras sean un silencio ajeno a tu pulso y a tu sangre

Encuéntrate en el arduo camino de un poema posible

Donde la metáfora no sea una herida en la epidermis del Mundo

Sino la imagen acústica de un nuevo amanecer” 

Adiós Michaelle amiga de toda la vida, viviste para la libertad y por eso ahora te aplaudimos.