Apolonio, el Consejero del Soldado (por Carmen García Guadilla)

 

IMG_0506 (Cualquier semejanza con la realidad venezolana es pura coincidencia)

Érase una vez un Soldado que quería gobernar su país, el cual había alcanzado altos grados de vida disoluta. Primero se alzó en armas pero no logró hacerse con el poder y cayó preso después de intentar un golpe de Estado. Le tocó compartir la celda con otro preso, Neleo, traficante de manuscritos, cuyo mayor delito había sido robar de la Biblioteca de Alejandría varios pergaminos para venderlos a su rival, la Biblioteca de Pérgamo.

El Soldado y Neleo se hicieron amigos y éste le contó de qué trataban los pergaminos que había robado. El Soldado se interesó mucho pues trataban sobre como planificar y organizar un gobierno que fuese justo. Neleo hizo memoria y se acordó que el estudioso que había escrito esos manuscritos era un tal Apolonio que trabajaba en la Biblioteca de Alejandría.

Llegó por fin un día en que el Soldado logró el poder y necesitó gobernar.

Inmediatamente el Soldado pidió traer a Apolonio para darle un alto cargo en su gobierno. Nadie se extrañó de esa solicitud, pues muchas veces ocurría que estudiosos de la Biblioteca de Alejandría eran solicitados como consejeros de gobernantes, pues era la época de pleno auge de este centro.

En la Biblioteca de Alejandría se siguió estudiando y escribiendo manuscritos, sin dar importancia a este nombramiento. Apolonio era docto y honesto y además había creado un modelo ideal para incluir a los olvidados y el Soldado quería eso para su país. La única preocupación fue que Apolonio admiraba al Soldado como si fuera un Dios.

En esos años la Biblioteca de Alejandría estuvo muy ocupada en estudiar y en buscar manuscritos por todas partes del mundo antiguo. En medio de estos menesteres el tiempo fue pasando hasta que se comenzaron a tener noticias del poder que había alcanzado Apolonio, llegando a ser, según algunos, uno de los más poderosos después del Soldado, quien muere, pero Apolonio siguió en su posición de consejero.

El país continuó desmoronándose y el consejero Apolonio fue separado del cargo y, aunque no fue el único responsable, ya no tenia al Soldado que lo defendiera.

En la Biblioteca de Alejandría hubo muchas discusiones y debates pues necesitaban entender por qué el gobierno del Soldado había fracasado siendo que uno de sus consejeros preferidos había sido miembro de ese emblemático centro del saber. La primera consideración que hicieron, y en la cual la mayoría estuvo de acuerdo, fue que el Soldado dependió demasiado del consejero Apolonio y que quizás el desenlace hubiera sido distinto si en vez de ser Apolonio el escogido para consejero, hubiera sido otro de los que también eran expertos en asuntos de gobierno.

Para hacer el análisis, decidieron utilizar una de las metodologías favoritas de Apolonio, la construcción de escenarios, incluyendo como variables aquellos estudiosos que más sabían de gobierno y finanzas. Después de complicados y fatigantes ejercicios llegaron a la conclusión que efectivamente los resultados eran distintos de acuerdo a la persona que sustituía a Apolonio, a pesar que habían dejado constante el nivel de conocimientos alcanzado y la aspiración por un país igualitario. La mayor sorpresa fue que pesaron bastante los rasgos de personalidad.

Las conclusiones del estudio fueron escritas en pergamino y no en papiro, para poder doblar las hojas en forma de libro. Sin embargo, no se sabe si fue porque se decidió  que el manuscrito no fuera archivado, o porque se perdió en el incendio de la Biblioteca que arrasó con los depósitos que estaban cercanos al puerto de Alejandría, lo cierto es que sólo se conserva la tapa con el título del manuscrito:

374_15_4ad64f40d7547«Un país puede perder su rumbo si tiene como consejeros y/o gobernantes a personas: rígidas en las ideas, inflexibles en los procesos, sin autocrítica, débiles con los corruptos y malhechores y demasiado orgullosas para aceptar alguna responsabilidad cuando fracasan sus propuestas»